lunes, 7 de noviembre de 2016

Gracias al capitalismo



El sistema liberal capitalista es quien más ha contribuído al bienestar de las personas. Este sistema, que lejos de subestimar a la población como lo hacen los regímenes socialistas, cree en la racionalidad de los agentes. Es decir, que todas las personas que se encuentran en su sano juicio cuando obran de tal o cual manera, lo hacen evaluando la conveniencia económica de dicho proceder.

Los pensadores capitalistas dicen que en el mercado las personas ofrecen los mejores bienes y servicios que pueden a un precio relativamente barato.  Esta afirmación es, a mi entender, completamente cierta.  Primero, es indudable que las personas que venden un bien o prestan un servicio van a esforzarse para que el producto que ellos ofrecen sea el mejor en el abanico de opciones entre los que puede elegir el consumidor. En segundo lugar, también es verdad que los proveedores intentarán vender su producto, siempre dentro de un margen de rentabilidad, al precio más accesible para maximizar su producción y así aumentar sus ganancias.

Para ejemplificar esto (siempre suponiendo un mercado de competencia perfecta) podemos decir que: Si A y B  producen determinado producto que varias personas desean consumir en grandes cantidades. Y ambos encuentran rentabilidad vendiendo el producto a $100. No hay posibilidad de que B venda su producto a $120. Dado que A lo venderá a $110 y captará a todos los clientes. Pero luego será B quien baje su precio a $108 para potenciar sus ventas, y así sucesivamente hasta encontrar el precio de equilibrio entre la oferta y la demanda. El precio de equilibrio es aquel en el que tanto vendedor está dispuesto a vender y comprador está dispuesto a comprar. Esta ley, que ningún político será capaz de derogar en la historia de la humanidad, es la que vienen a negar los socialistas, negando la racionalidad de los agentes económicos. Es decir, tratando por idiotas a todos agentes del mercado. Por esto, es necesario que a nuestra plata la administre el político  que es quien va a saber corregir estas fallas del mercado y a suplir la no-racionalidad de los particulares.

Así las cosas, de esto se puede deducir fácilmente que cuando hay unos pocos bienes que quieren consumir muchas personas (Mucha demanda vs. poca oferta) el precio siempre será más elevado que si la situación es la contraria (Mucha oferta vs. poca demanda) y más se acentuará la tendencia a la baja aún cuando exista competencia entre más de un proveedor. 
Lo que los gobiernos deberían intentar de hacer entonces es, estimular la oferta y favorecer la competencia con:
- Reglas de juego claras y antimonopólicas.
- Bajando al mínimo el costo de capital y reduciendo impuestos.
- Reducir fuertemente el costo laboral y des-regular el actual régimen laboral.

De esta manera, muchas más personas podrían ingresar al mercado generando nuevos bienes y servicios o agregando valor a los ya existentes a través de la innovación. 
No me parece menos importante destacar que las empresas que hoy dominan el mercado como Apple, Google, HP, Amazón, empezaron trabajando desde un garage. Quiero decir, es completamente mentira la resentida afirmación de los marxistas de que somos esclavos del sistema y jamás lograremos independizarnos y progresar.

Pero primero, para que sea posible hacer esto, hay que enfocarse en reducir el gasto público ineficiente que hoy por hoy está en niveles récord en la historia de nuestro país. Este gasto público a través del cual los políticos se jactan de poder lograr "activar la economía" incentivando el consumo (demanda agregada) sin preocuparse de ninguna manera por la oferta. Lo que hace inevitablemente que los precios aumenten sin parar. Porque además, este modelo económico es harto vicioso. Si se recauda menos, la solución de los gobernantes no es achicarse, sino emitir moneda o tomar deuda, que no son más que dos caras de la misma moneda.

¿Qué es lo que hacen los gobiernos desde hace 70 años en Argentina? 

Absolutamente todo lo contrario.  Lejos de reducir el gasto público y bajar los impuestos, la presión fiscal es cada vez mayor para poder paliar el cada vez más amplio presupuesto del Estado.  Su argumento, mencionado más arriba, desde hace años se cae a pedazos y la comprobación empírica es imposible de tapar. El agrandamiento del estado en Argentina fue directamente proporcional al crecimiento del porcentaje de pobres.

Claro, de esta manera no hay forma de que la situación cambie, más bien todo lo contrario. Este sistema perverso no hace más que perpetuar a los “trabajadores” (a los que, además, les lavan el cerebro diciendo que la culpa de todo esto la tienen los empresarios, cuando en realidad es completamente al revés) en la categoría de trabajador de por vida, ya que hace que el precio de la independencia sea cada vez mayor y solo unos pocos puedan establecerse en el mercado (los que más tienen, que son los únicos capaces de poder hacerle frente a la reventada fiscal que se impone desde el gobierno) hasta que finalmente sea uno, o haya desabastecimiento como pasa hoy en Venezuela.

Así, después de décadas de un estado cada vez más grande y que ya afecta al 50% del PBI, después de pésimas administraciones por parte de los gobernantes de turno y de enriquecimientos ilícitos varios de políticos y sindicalistas, la culpa la siguen teniendo los empresarios capitalistas. Siendo estos últimos en realidad, quienes más han contribuido a nuestro bienestar y los únicos responsables de generar la riqueza mal distribuida y saqueada por los políticos demagogos, parasitarios y corruptos que nos han gobernado y hecho que en el 2016 el índice pobreza en Argentina sea del 32,2%.


Dicho esto, no existe la posibilidad de negar que el capitalismo es quien más ha contribuido al bienestar de las personas. Todos los bienes que poseemos, es gracias a que una persona dedicó parte de su vida para inventarlo y luego para mejorarlo, siempre sabiendo que esto le sería recompensado a través del mayor precio que las personas estén dispuestas a pagar por él.  Lo que hacen los políticos es que tal retribución sea cada vez menor, lo que inevitablemente conlleva a que cada vez menos personas encuentren la motivación en gastar su tiempo en producir un nuevo bien o generar un nuevo servicio para solucionarle o facilitarle la vida al prójimo. Cada vez hay menos inversión a largo plazo, porque la ganancia no está garantizada y si de alguna manera lo está es cada vez menor, dado que hay que pagar las aventuras de los políticos y sus ineficientes gastos, que devengan en una sociedad cada vez más pobre y en políticos y sindicalistas millonarios.